Shocks en la economía global y perspectivas económicas españolas

Ricardo Martínez Rico

Presidente ejecutivo de Equipo Económico

Pronto se cumplirán 15 años desde que Ricardo Martínez Rico se situara al frente de una de las consultoras económicas de referencia en España y no es casualidad porque la suya es una de las trayectorias profesionales más brillantes de su sector.

Como director de la Oficina Económica y Comercial de España en Washington fue responsable de las relaciones con instituciones financieras del más alto nivel, caso del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo. Un terreno de decisiones importantes para el que se había preparado a conciencia durante su etapa como secretario de Estado de Presupuestos.

A Ricardo Martínez le debemos algunas de las leyes más relevantes de comienzos de siglo para la consolidación del equilibrio presupuestario en España. Suyo también es el impulso a las políticas de reforma estructural de la economía española. Esos méritos contribuyeron a hacer de este Doctor en Economía y economista del Estado merecedor de la representación de España en los Consejos Europeos de Presupuestos y de Política Regional.

Voz muy autorizada de la economía española, pertenece al Consejo Rector del Spain Investors Day, foro económico anual de referencia, y ha sido uno de los principales impulsores del RCC at Harvard Executive Program, que tiene lugar cada año en la Harvard Business School. Es socio, además, del Círculo de Empresarios y ha sido miembro de consejos de administración de diversas compañías españolas. Un currículo cinco estrellas que sigue vivo y abierto a la espera de nuevos desafíos.

Con la irrupción de la pandemia en 2020 y, más recientemente, desde la pasada primavera tras el impacto que está teniendo la guerra en Ucrania, la economía global se viene enfrentando a una concatenación de shocks de demanda, de oferta y energéticos en un contexto de incertidumbre económica, y política, creciente.

Los desequilibrios originados por estos shocks se sintetizan de forma clara en el fuerte crecimiento de los precios. En esta ocasión es en los países más desarrollados donde la inflación se sitúa ahora en sus niveles récord y está requiriendo una respuesta contundente por parte de las autoridades monetarias. Así, los bancos centrales continuarán incrementando los tipos de interés oficiales y practicando políticas monetarias contractivas para controlar las expectativas de crecimiento de los precios, pese a la presión que habrán de soportar por sus efectos negativos en términos de menor actividad económica, de mayor volatilidad financiera y de impacto sobre los tipos de cambio. La depreciación del euro frente al dólar, entre otros efectos, contribuye al encarecimiento de la factura energética y pone en serias dificultades a países emergentes y empresas con elevado endeudamiento en dólares.

En Europa el escenario se está deteriorando a gran velocidad y se enfrentará en estos próximos meses a un proceso de estanflación. La profundidad de la recesión a la que tendrá que hacer frente la región dependerá fundamentalmente de su capacidad para acceder a las necesarias provisiones energéticas y a qué coste. Por el momento los países europeos han hecho ya acopio del gas que requieren para este invierno, pero necesitarán de varios años para reequilibrar la composición de sus mercados energéticos y reducir la dependencia del gas ruso. Mientras tanto, aquellos sectores industriales más intensivos energéticamente y dependientes del gas se están viendo especialmente afectados.

En cuanto al crecimiento de los precios en la eurozona, el último dato conocido, el 10,7 % interanual en octubre de 2022, es récord histórico desde la creación de la moneda única y apunta a la prolongación de la intensa reacción de la política monetaria. Como ejemplo del impacto de la política monetaria sobre los tipos de interés de referencia: el Euribor a un año ha pasado del terreno negativo todavía a comienzos de 2022 a situarse ya cerca del 3 %.

En España el fuerte aumento de los precios y de los tipos de interés se está ya trasladando a la economía real, de forma que los datos más recientes confirman la clara desaceleración de la actividad, que se estancó en el tercer trimestre de este año. El Producto Interior Bruto (PIB) creció tan solo el 0,2 % intertrimestral entre junio y septiembre, muy por debajo del 1,5 % registrado en el trimestre anterior. El panorama más favorable que se está viviendo este año en relación con la pandemia de Covid-19 y el positivo papel que está jugando el sector turístico no podrán compensar el contexto internacional menos favorable, la incertidumbre y los desequilibrios internos en los que inciden las consecuencias de la guerra en Ucrania.

El deterioro del contexto internacional no ha hecho más que subrayar determinados desequilibrios ya existentes en el caso de la economía española: crecimiento de los precios por encima del incremento del PIB; la aún elevada tasa de paro; y el desajuste de las cuentas públicas con un déficit estructural que supera el 4% del PIB, siendo el elevado endeudamiento público su máximo exponente, en un escenario de tipos de interés creciente. No obstante, por el momento y a diferencia de crisis pasadas, la economía española, y por tanto nuestras empresas, siguen mostrando una capacidad positiva de financiación en sus relaciones con el resto de mundo. A ello se le añade además el apoyo que ofrece el marco europeo y la financiación que otorga su programa de recuperación. En ese sentido, los fondos Next Generation EU, a pesar de su todavía bajo nivel de ejecución actual, pueden suponer una oportunidad en el medio plazo para las empresas españolas, que contribuya a afrontar algunos de los retos empresariales, entre ellos la eficiencia energética, la logística y el cambio tecnológico y digitalización.

En Equipo Económico (Ee) nuestras proyecciones apuntan a la desaceleración de la economía, al enfriamiento de la demanda y a la persistencia de la inflación. De forma que estimamos una cifra de crecimiento del PIB, todavía relevante en 2022, del 4,6 %, pero que prácticamente ha sido generado en su totalidad durante el primer semestre y que se reduciría en 2023 hasta el 1,9 %. España será la última economía de la zona euro en alcanzar sus niveles de actividad previos a la crisis del Covid-19. Pese a que prevemos que el IPC alcanzará el 8,5 % en media en 2022, por el momento no se observan efectos de segunda ronda importantes en salarios; si bien el crecimiento de los precios se ha trasladado ya a una gran parte de la cesta de la compra y su continuación en el tiempo incrementará la presión salarial en 2023.

En ese contexto, la orientación del Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2023, principal instrumento de política económica y en tramitación parlamentaria en estos momentos, no es la adecuada para el momento actual de la economía española. En un periodo marcado por las tasas de inflación más altas registradas en las últimas tres décadas, el carácter expansivo de los presupuestos contrasta con los esfuerzos de la política monetaria para frenar el crecimiento de los precios y anclar de nuevo las expectativas inflacionistas.

Además, un gran porcentaje del aumento del gasto público previsto -en una parte importante, además, indiciado con la elevada inflación- va destinado al pago de partidas de gastos estructurales ya comprometidas, y no a medidas sociales selectivas y temporales para proteger a los sectores, empresas y hogares más vulnerables frente a la compleja situación económica actual.

El desequilibrio estructural de las cuentas públicas supone un lastre para el crecimiento potencial, tanto por la financiación de gastos ineficientes y el efecto expulsión sobre la iniciativa privada, como por la pérdida de confianza y credibilidad que genera. Ni siquiera con los niveles actuales de recaudación impositiva, en máximos históricos, el conjunto de las Administraciones Públicas está siendo capaz de equilibrar sus cuentas, lo que demuestra que mayores niveles de ingresos públicos no garantizan necesariamente la consolidación fiscal, antes al contrario, sin un claro liderazgo, conciencia y determinación política, mayores ingresos estimulan las propuestas de nuevas iniciativas de gastos.

Antes bien, frente al muy desafiante escenario económico actual, la lucha contra la inflación en la postpandemia requiere políticas monetarias, fiscales y reformas estructurales coherentes entre sí, de mayor apertura al exterior y de más Europa.

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